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jueves, 1 de julio de 2010

Homenaje a LEANDRO ALEM


LEANDRO N. ALEM

Señalar la vida y obra de Leandro N. Alem en pocos minutos es una tarea difícil cuanto fue un luchador incansable, librando batallas en forma denodada, con una suerte esquiva en algunas oportunidades, logrando rehacerse sin embargo para volver nuevamente a la arena política, pero fueron quedando jirones que a la larga significaron su alejamiento definitivo en la forma trágica que todos conocemos.

Su apellido era Alen, con N final, que él modificó, no sabemos porqué, colocando una M y agregando en su firma, como segundo nombre, Nicéforo, ya que en su partida de nacimiento sólo figura Leandro.

Nació en Buenos Aires el 11 de marzo de1842, siendo de ascendencia gallega, hijo de Leandro Alen y Tomasa Ponce de León, quedando huérfano de padre a los 10 años de edad por cuando su progenitor fue ajusticiado junto con Ciriaco Cuitiño, acusado de pertenecer a un grupo político seguidor de Juan Manuel de Rosas.

Hizo sus estudios primarios en la escuela parroquial de Balbanera y los secundarios en un Colegio dirigido por Lorenzo Jordana, siendo este último, como todos sabemos, el primer Rector de nuestro Colegio del Uruguay en el año 1849, concluyéndolos en la Escuela de Comercio dirigido por fray Cesáreo González.

Con apenas 16 años ingreso a la Universidad Nacional de Buenos Aires, contactándose con una pléyade de estudiantes aventajados, comenzando a frecuentar algunos centros políticos: siendo elegido presidente del "Club de la Juventud" que respondía a uno de los partidos de la época.

De fuerte convicciones democráticas bregó por la unidad nacional, participando junto a las fuerzas del General Justo José de Urquiza en Cepeda en 1859, sirviendo en el Estado Mayor de la Confederación y también en Pavón en 1861.

Después de estas contiendas volvió a la Universidad, donde comenzó a destacarse en filosofía y en literatura, publicando algunas composiciones poéticas, pero nuevamente la guerra lo obligó a interrumpir sus estudios,
participando en la coalición contra el Paraguay con el grado de Teniente Primero, como secretario del General Manuel Hornos, siendo destinado a la vanguardia del Ejército comandada por el General Gelly y Obes, prestando servicio al poco tiempo en el Estado Mayor del mismo. Tomó parte en las sangrientas batallas de Tuyutí, Boquerón, Yataytí-Corá y Curupaití, recibiendo del gobierno argentino las condecoraciones respectivas.

Después de obtener el retiro del ejército volvió a la Universidad, recibiéndose de abogado primero y luego de Doctor en Jurisprudencia en el año 1869 con la tesis "Estudio sobre las obligaciones naturales".

Con su título bajo el brazo volvió a la arena política, desempeñándose algún tiempo como Defensor de Pobres y comenzó entonces a desarrollar otra faceta de su personalidad al integrar como Secretario del General Wenceslao Paunero la misión diplomática ante la Corte de Río Janeiro, revelando tacto, prudencia y sano criterio, siendo preponderante su influencia en la confección del tratado sobre esclavitud con el Imperio.

De regreso a Buenos Aires, al poco tiempo volvió a la vida diplomática, desempeñándose por algún tiempo como Cónsul argentino en Asunción del Paraguay, ocupada por los ejércitos de la Triple Alianza.

Posteriormente, ya de regreso en la capital argentina, comenzó actuar en política como activo militante en las filas del Partido Autonomista dirigido por Adolfo Alsina, siendo elegido diputado en la legislatura bonaerense en 1872 y dos años más tarde Diputado Nacional, participando activamente contra la revolución que encabezó Bartolomé Mitre en 1874, siendo designado segundo jefe del Regimiento de Caballería.

En 1880 fue electo Diputado Nacional oponiéndose férreamente a la capitalización y federalización de Buenos Aires, siendo hasta hoy notables sus discursos en la Cámara al respecto. Cuando finalmente pierde la votación presentó su renuncia indeclinable al cuerpo en diciembre de 1880.

Retirado de las lides partidarias se dedicó de lleno a su profesión pero en 1885 volvió al escenario político para sostener la candidatura del doctor Bernardo de Irigoyen como Presidente de la República, que fracasa, pero a partir de allí trabaja denodadamente contra la corrupción, la inmoralidad, el fraude, la desintegración moral y ética del país encarnada en la figura presidencial de Juarez Celman, gobierno personalista, que había creado el célebre "unicato, quedando la población marginada de todo el proceso político, instaurando el "régimen " con una obsecuencia sin límite que aseguraba su permanencia al frente del gobierno.

Y allí aparece la figura de Leandro N. Alem en 1889 creando la Unión Cívica de la Juventud que pronto se convirtió en la Unión Cívica. Como jefe del movimiento inició la revolución de 1890, que si bien fracasó terminó con el "Unicato" de Juárez Celman. Como dijo alguien: La revolución fue derrotada pero el gobierno
está muerto, llegando Carlos Pellegrini a la primera magistratura.

Casi enseguida se produce la primera división en la nueva fuerza política. Un pequeño grupo "arregló", entre comillas, con la vieja estructura del régimen creando la Unión Cívica Nacional y Leandro Alem sostuvo que nosotros somos radicales e intransigentes, creando la Unión Cívica Radical, partido que ha superado con largueza los cien años de vida.

Al año siguiente es elegido Senador nacional y acusado de conspirar contra los poderes nacionales es desterrado en 1892 y el 1893 dirigió un movimiento revolucionario desde la ciudad de Rosario que fue sofocado y puesto preso, quitándole previamente sus fueros.

Siendo amnístiado regresó a la actividad partidaria, siendo elegido nuevamente como Senador pero la Cámara rechazó esa elección, sin embargo al año siguiente, 1895 es nombrado Diputado Nacional por la Capital.

Amargado y agobiado por las persistentes críticas y oposiciones dentro del partido radical, depresivo por los continuos sinsabores y la incomprensión de muchos, e11° de julio de 1896 puso término a su vida.

Escribió a manera de Testamento Político los motivos de su fatal determinación, afirmando que había terminado su carrera y concluido su misión y que para vivir estéril, inútil y deprimido era preferible morir. Al final dice su célebre frase "iSí, que se rompa, pero que no se doble! iAdelante los que quedan¡", Su muerte constituyó un verdadero duelo nacional. El Gobierno de la Nación decretó los honores correspondiente y numerosos dirigentes despidieron sus restos. El Diario "La Nación" dijo que "fue un alma noble, un luchador incansable, hombre de raro temple, librado a los embates de una suerte pocas veces propicia y que había llegado al término de su carrera con la estimación de propios y extraños; y el diario "La Prensa" afirmó: "que no debió morir así, porque había nacido para la lucha.

Fue en efecto un poderoso caudillo popular que electrizaba a las masas con sus fogosas arengas; elocuente orador parlamentario y modelo de virtud republicana".

Se ha escrito mucho sobre él, describiéndoselo como un "tipo simpático y taciturno, mezcla de tribuno y ermitaño. Era alto, delgado, ágil, moreno, de frente cuadrada y pelo abundante, de cejas bien arqueadas y barba azabache".

De él podemos decir también que era desinteresado y sincero. Su apego a la verdad provocó el odio de muchos contra él. Fue indulgente con los débiles, pero intolerante con los déspotas. Modesto en sus costumbres, no le atrajo la ambición o la gloria personal.

Dijo en voz alta los ideales de la nueva era. Fue inflexible y entusiasta, como era su temperamento. De conveniencias y mentiras viven todos los que medran del asentimiento público; la palabra leal y peligrosa que descoyunta una superstición o quebranta una hipocresía, es el noble y angustioso privilegio de los ponen sus ideales más alto que sus intereses.

Se propuso una labor incalculable, de las que levantan la enemistad y el rencor; quiso terminar con los privilegios, con los negocios oscuros, con las ventajas que ofrece el cargo. Perdió simpatías y ganó adversarios cuando procuró disminuir el número de aduladores que tientan de mil modos a los que conducen. De esa generación fue Leandro N. Alem.

Que habrá tenido errores, es posible. También tiene manchas el sol. Los pesimistas hablarán de las manchas y los optimistas de su luz y su calor. Por eso inauguramos hace un año este busto y realizamos anualmente este homenaje en su memoria, como recuerdo permanente hacia el fundador de nuestro partido y de su lucha en favor del honor y la ética de la República.


Prof. Celomar Argachá